“Hay que volver al concepto de ciudad”
Córdoba Arquitectura conversó con el arquitecto Miguel Ángel Roca sobre los cambios y fenómenos urbanos que se han producido en la ciudad en las últimas décadas.
¿Cuáles fueron los principales cambios que se produjeron en la ciudad de Córdoba en las últimas décadas?
En general, todas las ciudades han evolucionado de ciudades comerciales a ciudades que, luego de un amplio desarrollo comercial, se transformaron en ciudades político- comerciales como es el caso de Córdoba. Esa ciudad histórica ha ido creciendo como una mancha de aceite, con cierta coherencia a lo largo del siglo XVIII y XIX, pero a partir de los años 40 o 50 empiezan a acelerarse los tiempos y a desacelerarse el crecimiento de la ciudad. De 600 mil habitantes en esa época hoy somos más de un millón. Esto nos demuestra cuán rápidamente hemos pasado de una ciudad con una entidad física, social y cultural más o menos cohesionada y concretada a sufrir un fenómeno que se dio en todo el mundo. Se trata de la “explosión urbana”, que genera el fenómeno urbano que es la ciudad explotada, fragmentada, escindida y transformada en una especie de “patchwork”, un collage de fragmentos que tienen entidad por sí mismos y que se van articulando de una manera, pero cada uno ha sufrido mutaciones muy grandes.
¿Cómo se dio ese cambio en Córdoba?
En el caso concreto de Córdoba, intervine en los años 70 con una propuesta de peatonalización del área central para reforzar esa área y generando un sistema de mercados y centros culturales en San Vicente, General Paz, Alta Córdoba y el Paseo de las Artes que dieron una mayor entidad y centralidad a la periferia inmediata.
Simultáneamente, se fue desarrollando un sistema de “barrios jardines”, ejecutados en la década del 50 y 60 en el Cerro de las Rosas, Urca, Alto Verde y la proliferación de nuevas modalidades de vida. Se produjo una recreación del modelo americano del paisaje de jardines propios continuos, la casa como un castillo propio y un fondo. Eso se transformó en una modalidad de apropiación del territorio con lo cual se fue extendiendo la mancha urbana y de repente ya en los años 80-90 se produce otro fenómeno que es la voluntad de concretar una descentralización municipal a través de los CPC. Se proponen como catedrales laicas, centros cívicos y culturales que fueran capaces de generar una polarización de los barrios, darle una centralidad a los barrios periféricos, pero luego ese fenómeno es superado ampliamente por un nuevo tipo de paradigma: la aparición de los barrios cerrados. Se dan dos polaridades, por un lado los barrios cerrados que son guetos de clase alta y que tienen como modelo de vida una sociedad no necesariamente solidaria y no necesariamente comprometida con el tejido urbano, que busca recrear condiciones de seguridad y de relación con la naturaleza que se da en las casas de campo. Pero esto ha generado una especie de anti ciudad, en el sentido de que es una ciudad en otra, es distinta y no la podemos reconocer como parte constitutiva de un tejido. Es “realidad urbana, pero no orden urbano”.
¿Qué significa eso?
Realidad urbana es aquello que tiene un grado de autonomía y de autosuficiencia que les genera una absoluta independencia del destino de la ciudad, en consecuencia es como una extraterritorialidad, que genera un extremo de la escala de la ciudad. Del otro lado, aparece la proliferación de la pobreza; en los últimos 20 años hemos asistido al creciente número de pobres y a la creciente polarización social que es dramática porque compromete a un 35 o 40 por ciento de la población. Esta antinomia, por un lado el barrio cerrado y por el otro lado la villa de emergencia, genera un fenómeno de una sociedad explotada en la que aparecen fragmentos, con entidades distintas. Si a eso le sumamos las nuevas modalidades del comercio, el supermercado, los shoppings, se da una modalidad de “anti ciudad”, es la ruptura con el modelo de ciudad europea y la asunción del modelo americano pero para la gente rica; y modelo latinoamericano de la pobreza con la gente en las villas miseria. Estamos haciendo convivir tres mundos, el de la pobreza, el de la riqueza y el mundo de la gente que está atrapada en una historia que pareciera ser que concluyó en los años sesenta.

EDIFICIO BADER Una obra reciente del arquitecto Miguel Ángel Roca, ubicada en la importante esquina de avenida Arturo Illía y Bulevar Chacabuco, que se encuentra en la etapa de terminación.
Ante esta realidad, ¿Cuál es el desafío para las ciudades en un futuro próximo?
La tarea futura es cómo hacer para erradicar los márgenes de pobreza, esto es inadmisible. Dotar de infraestructura, asistencia social, trabajo, hay que buscar una política de articulación de los barrios que se han ido cayendo del sistema. Esa es una tarea fundamental de la ciudad.
Por otro lado, hay que volver al concepto de ciudad. Es un problema cultural de muy difícil resolución. Yo creo que hay resolver esta dicotomía y pensar que solamente las políticas consistentes de estado tendientes a recrear y reencantar a la ciudad, generar un reencantamiento de la ciudad. Eso significa que todas las operaciones que hicimos antes, corresponden a generar polos de atracción que enamoren a la gente en relación con las ventajas que tiene la centralidad.
¿Qué obras considera le hacen falta a la ciudad?
Hace falta una biblioteca digna de la ciudad, ya que actualmente tiene una sola. Las bibliotecas públicas que hay son insignificantes e irrelevantes, lo que revela que, evidentemente, los cordobeses estamos a años luz de ser buenos lectores. También falta un buen teatro; hoy tenemos uno que tiene una capacidad de 800 butacas, lo cual hace inviable traer cualquier conjunto importante del mundo, tendrían que cobrarse entradas que no se pueden pagar acá. Para hacer un teatro competitivo necesito tener un público masivo, de 2500 butacas. Eso hubiera sido una obra importante.